Auxiliadora Coronada

Nuestros Titulares

María Auxiliadora Coronada

En el año 1892 llegan los Salesianos a Sevilla de la mano del Excmo. Sr. Cardenal D. Benito Sanz y Forés, Arzobispo de Sevilla. Y con ellos, la devoción a María Auxiliadora. Devoción que entronca profundamente con la idiosincrasia del pueblo sevillano. En  mayo de 1895, a eso de la una de la tarde, llega a la Trinidad la artística y primorosa imagen de la Protectora de los Salesianos, procedente de los talleres de Sarriá, y escoltada por “una animación insólita, una gritería bulliciosa”, como rezan las crónicas de la Casa.

La bendición de la imagen tuvo lugar el 30 de mayo de 1895 por el Excmo. Sr. Cardenal D. Benito Sanz y Forés, Arzobispo de Sevilla, “mientras la banda la saluda festiva con los alegres acordes de la marcha real”. Fue madrina de tan solemne bendición la Serenísima Señora Doña Luisa María Fernanda, Infanta de España. Después, Fr. Diego de Valencina, guardián de los Padres Capuchinos de Sevilla, “teje un hermoso panegírico de María”. Dio, por último, nuestro Venerando Pastor y Padre la bendición con su Divina Majestad, concluyendo la función con un grandioso himno a María Auxiliadora, cantado por dos coros de niños situados en los diferentes puntos de la iglesia. (Tomado de la crónica de la casa).

Es una verdadera joya de hermosura y de arte. La talla, atribuida al escultor catalán Parellada, fue policromada por Casanovas. Si bien la parte pictórica ha sufrido varias restauraciones, una de ellas por el salesiano sevillano Ángel Ramos hacia 1928. En 1941, con motivo de las Bodas de Oro de la Fundación Salesiana de la Santísima Trinidad, “toda la imagen fue artísticamente decorada con oro fino”. José Pérez Conde realizó también pequeñas restauraciones. La última restauración fue ejecutada por el maestro Pedro Manzano en el año 2021

En la actualidad, la bendita imagen de María Auxiliadora ocupa el centro del retablo del altar mayor, sobre una peana tallada por Manuel Guzmán Bejarano, y desde el año 1981 pasó a convertirse en la Titular del Templo cuando es declarado como “Santuario” por el Cardenal Bueno Monreal.

La imagen mide 1,91 m. con peana y 1,55 m. sin peana.  Con larga cabellera que le cae por la espalda, en la mano derecha porta un cetro y en la izquierda sostiene al Divino Infante, que figura con los brazos abiertos. Esta imagen se ha convertido en modelo y paradigma para el mundo salesiano, siendo la imagen más reproducida en calendarios, estampas, libros, etc. Muchos la llaman “La Virgen de los ojos bajos” por su mirada hacia el pueblo, también muchos la proclamaron a partir del año 1903 como “Señora del Betis”. Precioso título con el que se conocía a la Santísima Virgen, sobre todo en los primeros años del siglo XX, por extenderse su devoción a lo largo y ancho del curso del río Guadalquivir, antiguamente llamado “Río Betis”.

San Juan Bosco

La expresiva imagen de San Juan Bosco es una obra tallada por el antiguo alumno salesiano, José Pérez Conde, en el año 1966. Esta escultura no solo es un testimonio de habilidad artística, sino también un homenaje dedicado a la figura prominente de San Juan Bosco, fundador de la Congregación Salesiana.

La talla de San Juan Bosco se presenta con una expresión que transmite su carácter compasivo y su dedicación a la educación de la juventud. La cuidada atención a los detalles, desde las vestimentas hasta los gestos, revela la destreza y la devoción del escultor para capturar la esencia del santo.

Acompañando a San Juan Bosco en esta expresiva obra se encuentra la figura del joven santo Domingo Savio, un discípulo destacado del santo fundador. La inclusión de Domingo Savio en este conjunto resalta la misión continuada de la Congregación Salesiana en educar y guiar a la juventud hacia valores cristianos.

La imagen, con su presencia imponente y su rica simbología, no solo sirve como un objeto artístico, sino también como un recordatorio tangible de la herencia y la misión de la Congregación Salesiana. Esta obra de arte, creada con dedicación y maestría, perdura como un testimonio visual de la devoción y el legado de San Juan Bosco y su compromiso inquebrantable con la formación integral de los jóvenes.